Hay un hombre de 36 años, moreno y de una altura que representa al típico chileno que está abriendo la política a destinos interesantes. Marco Enríquez – Ominami, más conocido como MEO, es un personaje socialista que quiere convertir a Chile en el paraíso de la educación pública y de la libertad abortiva. Está claro que no le teme al debate público, tampoco a criticar duramente al presidente del PS, Camilo “el todo poderoso” Escalona. ¿Es este hombre el que será capaz de barrer con Piñera y Frei en las próximas elecciones presidenciales lejos del respaldo del PS? Es poco probable. Lo único claro es que de socialista tiene poco.
Si bien, las actuales estructuras socio – políticas responden en su mayoría al nunca bien ponderado neo liberalismo, los socialistas chilenos se han hecho parte de este “lúgubre” sistema de mercado, y definitivamente no le hacen asco. Atrás quedaron la lucha de clases, el repudio a la explotación del proletariado y la magnificación marxista. Elementos que se hicieron parte en 1933 cuando se fundó el socialismo en Chile, en el Frente Popular y en la Unidad Popular de 1970. MEO, un personaje ideológico que adhiere a las nuevas democracias, a la libertad de las personas y particularmente al progresismo político (rechazado por los “conservadores” demócrata cristianos) es un nuevo tradicionalista: carismático y liberal, socialista y progresista.
Existe la necesidad de la opinión pública de conocer e interpretar la carrera presidencial. “Chile no quiere esto” hubiera dicho Lagos, asumiendo que sus necesidades eran iguales a las de todos los chilenos. Los debates han ser la forma de legitimar las aspiraciones presidenciales y dejar en claro que un candidato no es igual a otro: Piñera es dueño de un canal de televisión, Ominami aparece en un reality de otro canal de televisión y Frei definitivamente le teme a la televisión. Nada hace pensar que no exista la forma de nutrir a la opinión pública de información válida. Los canales están y los receptores también. Son los emisores los que no han sido capaces de generar los mensajes efectivos.
MEO se pasea diariamente mostrando que no es utópico. No quiere romper con el orden establecido ni tampoco está empeñado en cambiar estructuras. Tiene conocimiento que las estructuras ya están determinadas por la historia: Allende no las pudo cambiar, Pinochet tampoco, menos MEO. Su debate se abre a acoger ideales liberales y progresistas que distan de alinearse con la política tradicional de la Concertación. La validez de su discurso está en radicalizar posturas que están dormidas: Marco quiere a otorgarle derechos reproductivos y sexuales a las mujeres y objetivar una educación pública de calidad. El debate está abierto. El problema está en el temor de la política chilena a renovarse, a mostrar un lado menos agresivo y a darle valor a la representatividad.
MEO quiere ir para arriba: subir en las encuestas y darle plataforma a una nueva generación, con liderazgos consistentes y posturas que legitiman la democracia. Sin embargo, a veces MEO va para abajo: si bien es la tercera fuerza electoral, su modo de ver el mundo asusta. Moviliza a unos pocos más radicales y atemoriza a la señora Juanita por su forma de expresarse (tiene una pésima prosodia). Ella se pregunta ¿cómo va a ser el presidente de Chile el marido de la Karen Doggenweiler? Señora Juanita: “No se asuste con un hombre que hace una política alternativa, más audaz y menos conservadora. No se espante con la legalización del aborto terapéutico, no todas las mujeres quieren ser madres a la fuerza. Crea en el debate político, en la forma de transparentar la visión país”.
Si bien, las actuales estructuras socio – políticas responden en su mayoría al nunca bien ponderado neo liberalismo, los socialistas chilenos se han hecho parte de este “lúgubre” sistema de mercado, y definitivamente no le hacen asco. Atrás quedaron la lucha de clases, el repudio a la explotación del proletariado y la magnificación marxista. Elementos que se hicieron parte en 1933 cuando se fundó el socialismo en Chile, en el Frente Popular y en la Unidad Popular de 1970. MEO, un personaje ideológico que adhiere a las nuevas democracias, a la libertad de las personas y particularmente al progresismo político (rechazado por los “conservadores” demócrata cristianos) es un nuevo tradicionalista: carismático y liberal, socialista y progresista.
Existe la necesidad de la opinión pública de conocer e interpretar la carrera presidencial. “Chile no quiere esto” hubiera dicho Lagos, asumiendo que sus necesidades eran iguales a las de todos los chilenos. Los debates han ser la forma de legitimar las aspiraciones presidenciales y dejar en claro que un candidato no es igual a otro: Piñera es dueño de un canal de televisión, Ominami aparece en un reality de otro canal de televisión y Frei definitivamente le teme a la televisión. Nada hace pensar que no exista la forma de nutrir a la opinión pública de información válida. Los canales están y los receptores también. Son los emisores los que no han sido capaces de generar los mensajes efectivos.
MEO se pasea diariamente mostrando que no es utópico. No quiere romper con el orden establecido ni tampoco está empeñado en cambiar estructuras. Tiene conocimiento que las estructuras ya están determinadas por la historia: Allende no las pudo cambiar, Pinochet tampoco, menos MEO. Su debate se abre a acoger ideales liberales y progresistas que distan de alinearse con la política tradicional de la Concertación. La validez de su discurso está en radicalizar posturas que están dormidas: Marco quiere a otorgarle derechos reproductivos y sexuales a las mujeres y objetivar una educación pública de calidad. El debate está abierto. El problema está en el temor de la política chilena a renovarse, a mostrar un lado menos agresivo y a darle valor a la representatividad.
MEO quiere ir para arriba: subir en las encuestas y darle plataforma a una nueva generación, con liderazgos consistentes y posturas que legitiman la democracia. Sin embargo, a veces MEO va para abajo: si bien es la tercera fuerza electoral, su modo de ver el mundo asusta. Moviliza a unos pocos más radicales y atemoriza a la señora Juanita por su forma de expresarse (tiene una pésima prosodia). Ella se pregunta ¿cómo va a ser el presidente de Chile el marido de la Karen Doggenweiler? Señora Juanita: “No se asuste con un hombre que hace una política alternativa, más audaz y menos conservadora. No se espante con la legalización del aborto terapéutico, no todas las mujeres quieren ser madres a la fuerza. Crea en el debate político, en la forma de transparentar la visión país”.